El
que vivió día a día su siglo terrible y no salió dañado de su
cautiverio.
El
que cultivó un jardín en la cárcel. Gozaba
plantando y cosechando bajo la lluvia y bajo el sol, sabiendo que tal
como ejercía un mínimo control sobre parcelita de tierra, también
podía controlar su dignidad y sus memorias y la fidelidad con sus
compañeros. El que compartía fruta y vegetales con los otros presos, pero también con sus carceleros, prefigurando el tipo de
nación que deseaba y soñaba.
Es
así como quiero recordar a Madiba.
Como
un jardín que crece, así como crece la memoria. Como un jardín que
crece, así como crece la justicia. Como un jardín que nos
reconcilia con la existencia y la muerte. Como un jardín que crece,
como crece Mandela adentro de todos nosotros, adentro del mundo que
él ayudó a crear y que tendrá que encontrar un modo de serle fiel.
Ariel Dorfman
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