No hay nada más que la Nada. Nada porque el ego o yo inferior tiene que marcharse, uno tiene que volverse nada. Nada, porque los estados elevados de conciencia no representan nada para la mente, pues esta no puede alcanzarlos, sobrepasando completamente el alcance de la percepción. La comprensión total a nivel de la mente no es posible, de modo que uno se confronta con la nada. Y en el más sublime y último sentido, es unirse, hacerse uno con el Luminoso Océano del Infinito.
Por lo tanto, el nombre Alá contiene la esencia de todas las enseñanzas sufíes: volverse nada, consumirse en Él de modo tal que todo lo que quede sea Su Infinito Vacío. Uno de los misterios del sendero es que este Vacío, esta Nada, te ama. Te ama con una intimidad y dulzura y comprensión infinita que sobrepasan la imaginación; te ama desde el centro mismo de tu corazón, desde el centro de tu propio ser. No está separado de ti. Los sufíes son amantes espirituales y la Nada es el Gran Amado en cuyo abrazo el amante desaparece completamente. Este es el sendero del amor; es la fulminante copa de vino que Sus amantes beben gustosamente. Como decía Rumi:
Agoté esta copa:
ahora, no hay nada,
excepto el éxtasis de la disolución
Extracto de : Ni del Este ni del Oeste:
El Viaje de India a América de la Orden Naqshbandiyya-Mujaddidiyya
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